La actriz y humorista Sara Escudero en una sesión de fotos (Javier Cortés)
Belén Nebot / Claudia Peña. Castellón
Sara Escudero es actriz y cómica. Se dio a conocer en El Club De La Comedia y en el programa de televisión Zapeando. Además, presenta el programa Enred@d@s en La1 y colabora en Por Fin No Es Lunes de Onda Cero. Escudero es la autora del libro El CaNino De Santiago. Hablamos con la humorista sobre sus inicios en el mundo de la comedia, su libro y su trabajo en el programa de televisión y en el de radio. Se caracteriza por ser una chica risueña, graciosa y sincera.
¿Por qué dejaste la carrera de Medicina en el tercer curso para estudiar interpretación?
— La decisión ya venía tomada. De niña quería ser actriz y veterinaria. Por parte de padre soy de una aldea de Cáceres y mi abuelo siempre tenía un par de vacas. Una vez, una de ellas tuvo un ternero y este casi se muere porque el veterinario llegó tarde. En ese momento, que yo era muy pequeña, pensé en que si fuera veterinaria y se me muere un ternero no me lo perdonaría, ahí es cuando descarté la profesión porque no quería esa gran responsabilidad.
Al margen de ser actriz, siempre he sido una payasa. He hecho el tonto en casa a nivel supino (ríe). Cuando echo la vista atrás y me acuerdo de mí en comuniones con siete o nueve años haciendo auténticos monólogos o performance con la gente mayor… «¡No tenías sentido de la vergüenza, Escudero, no lo tenías!» (se dice a sí misma y ríe). Por lo tanto, la comedia siempre me ha acompañado y el ser actriz me viene desde muy niña.
Cuando a los 18 años tuve que decidir qué hacer con mi vida, Internet acababa de llegar como quien dice y no había tanta información como ahora. Por entonces, creía que solo existían los actores y actrices de las dos cadenas que había, parece el Paleolítico según lo cuento, pero es verdad (ríe). Ahora cualquiera tiene información sobre lo que le gusta. Además, no vengo de un tipo de familia relacionada con el arte, mi pueblo es pequeño y cuando me visualizaba en Madrid, me imaginaba como Pacto Martínez Soria, acojonada pensando en ¡qué hago yo en una ciudad tan grande!
Soy hija de dos médicos de vocación, es una carrera preciosa y la mamé en casa. Me decidí a estudiar Medicina por miedo a ir a Madrid a estudiar teatro. Yo iba a curso por año, me gustaba mucho estudiar y se me daba bien. En tercero de carrera me dejé todo el segundo cuatrimestre para septiembre porque me pasaba el día leyendo y haciendo cosas de teatro. Tenía un conflicto interno: seguir con la carrera o irme a estudiar interpretación.
Por otra parte, estaba ese mensaje subliminal de los padres: «Hija, haz algo que sea seguro, luego ya haces lo que quieras». Después, a mis padres no les sorprendió nada, pero como buenos padres de otras generaciones insistieron en que acabara la carrera. Era un miedo natural.
Cuando estaba a mitad de tercero de carrera, falleció un hombre de 38 años de mi pueblo que era entrenador de fútbol de mi hermano y era amigo de la familia, tenía niñas, no fumaba ni bebía y era deportista. Reflexioné sobre ello y pensé que cualquier día podía pasarme eso u otra cosa. Ese día me leí El club de los poetas muertos y, cuando me tenía que levantar para ir a clase, me estaba acostando. Llamé a mi madre y le dije: «Mamá, cuelgo la bata», y me dijo: «No le pongas pinzas a las hombreras que se queda señal». No me había entendido (ríe).
Son profesiones de vocación y mientras estudiaba me sentía como un gato en el agua, pensaba: «Toda esta gente está estudiando Medicina porque quieren ser médicos y yo estoy aquí por si acaso no hago lo mío».
¿Crees que se puede aprender a hacer comedia o ser una persona cómica tiene que ser algo natural?
— Esa pregunta es muy bonita, sobre todo para quitarle estigma porque hay gente que lo pregunta para que te pringues de lo positivo o lo negativo, y es algo normal: se pueden hacer cosas con talento de base y otras no, al igual que se pueden hacer sin él y desarrollarlo mientras trabajas. La vis cómica es cierto que la debes tener, yo tengo compañeros del medio, no humoristas, que son máquinas de hacer drama, pero con la comedia no pueden y al revés. En otras ocasiones hay un talento natural.
Hay gente que es muy talentosa para unas cosas, pero si no lo trabaja, no le sirve para nada. Igual pasa con la comedia. Para hacer monólogos (stand-up comedy) hay que echar muchas horas, escribir y borrar, probar creyendo que funciona y borrar porque no ha funcionado y al revés, que de repente lo que creías que no… es un sí. Es como un experimento científico, con el riesgo de que el laboratorio es un directo (ríe).
La actriz y humorista Sara Escudero en una sesión de fotos (José Irún)
¿Cómo recuerdas tu etapa en El Club De La Comedia?
— ¡Vino por sorpresa! Ese año coincidió que nos presentamos muchos humoristas, que somos los que escribimos nuestros guiones. Esto conviene puntualizarlo, ya que El Club De La Comedia no es igual que Paramount Comedy. En Paramount éramos cómicos que nos escribíamos nuestros textos, y El Club De La Comedia es el formato stand-up comedy pero es un equipo de guionistas que escriben monólogos para que los ejecuten caras conocidas. El concurso que gané, que es el último que se abrió, realmente no iba a ser un concurso. Lo recuerdo muy sorprendente todo porque yo iba a grabar la prueba para participar en una grabación de ese programa y resultó que decidieron abrir el concurso ¡y encima me eligieron! ¡Fue todo un batiburrillo precioso! (ríe).
El premio por haber ganado El Club De La Comedia era grabar dos monólogos. Me pilló la época en la que cambiaron las tornas y, finalmente, grabé solo un monólogo en vez de dos. Este programa se grabó el 28 de noviembre de 2012 y se emitió en enero de 2013. Luego estuve sin trabajar hasta el verano de ese año porque la gente dio por hecho que, como había ganado, iba a cobrar lo mismo que Jennifer López y no me llamaban ni siquiera para preguntarme si había subido el caché. Mi paso por El Club fue particular, pero muy guay, la verdad. Saltos importantes a nivel laboral no me trajo realmente, pero a nivel personal me trajo mucho orgullo y mucha ilusión.
También hay gente que piensa que salir en Zapeando me vino por El Club De La Comedia, y no es así. La oportunidad de estar en Zapeando me vino en 2014 porque fui a cubrir el calentamiento de un amigo en un directo de una gala de fútbol. Allí estaba la gente responsable del programa, les gustó lo que hice y me dijeron que me querían hacer una prueba. Entonces yo les dije: «Una cosa, ¿qué es Zapeando?» (ríe). Empecé para salir dos días y luego para todos. ¡Fueron dos años y medio fantásticos!
De todos los programas en los que has estado, ¿cuál es el que más has disfrutado?
— Todos, porque al final siempre sacas algo bonito de cada uno y más cuando son tan diferentes. Por ejemplo, mi paso por Cuatro fue en el programa de Hazte Un Selfie, en el que interpretaba personajes, al mes y medio ese programa murió, pero allí conocí a Adriana, a Uri… Te llevas algo guay de todos los programas. Evidentemente Zapeando cambió mi vida, supuso que el público general me conociera y eso significó un salto vital y laboral. Hasta entonces, lo más que pasaba es que por ciudades grandes alguien que veía Paramount y te reconocía, te paraba por la calle y te decía: «¿Tú eres la de Paramount?», y yo respondía: «¿Tú eres el que nos ve?» (ríe), ¡porque era 2008 y Paramount Comedy lo tenían cuatro gatines!
Zapeando será siempre, como decía Rocío Jurado, el punto de partida. Es en el que más he aprendido de todo en general, incluso aprendes quizá más después con esa base, vives de manera diferente las cosas con el paso del tiempo… ¡Ese programa estará siempre en mi corazón!
La humorista Sara Escudero haciendo un monólogo en el programa El Club De La Comedia (Saúl Ortega)
¿Qué es lo mejor y lo peor de ser cómica?
— Creo que todo lo que es bueno es igualmente malo. No solo en mi profesión, sino en cualquiera. Son las dos caras de la misma moneda. Ser cómico significa estar a examen continuamente, como en Medicina. Tienen eso en común, porque un cirujano no tiene dos oportunidades para salvar la vida a alguien, no se la puede jugar. Si un cómico pincha dos veces seguidas, que es como le llamamos a cuando no funciona un bolo, no te llaman, y menos aún siendo chica, pero ese es otro melón, je, je…
También destacaría que lo mejor y lo peor de ser cómica es la adrenalina del directo, cada día es una nueva aventura, aunque sea el mismo texto. El asterisco que le pongo a esta pregunta es: cuando eres un cómico conocido, porque parece que solo seas cómico y no persona y que no pudieras tener otras emociones en tu vida, como por ejemplo estar triste. Para mí la comedia es un modo de vida, no un trabajo. Ha hecho dos años que se fue Nala (su perrita, su alma gemela como ella apunta) y no lo supero, me pego mis panzadas de llorar cada día. La vida es eso: reír y llorar, amor y humor. No dejo de hacer mi profesión con la misma pasión porque pase malos ratos o tenga un mal día, como cualquier profesional de otro campo.
Es cierto que no es lo mismo salir a actuar a un teatro lleno de gente viniendo de tener un día guay que de haber estado a punto de matarte con el coche, que me ha pasado. Reír sana, porque cuando te ríes no piensas en otra cosa, es un rato de alivio. No es un alivio esa hora y media, ya que cuando después te acuerdas de esos momentos, vuelve a serlo. Es una aspirina que tiene coletazos. El día que estoy mal y tengo que salir al escenario, respiro y estoy para esa gente que ha pagado su entrada, o que está en ese bar cuando los hacía, o que te contrata para guiar su evento o actuar en su empresa… Tienes que estar por encima de ti, no te queda otra. A medida que pasa el tiempo, las tablas hacen que te sea más sencillo, ya sabes dónde está tu botón de desconectar. Al principio era más duro porque si tenías un mal día y encima las condiciones no eran buenas, ya sea por el lugar o por los borrachos que no querían que actuara una mujer, era más difícil sobreponerse al dolor. Hablando en plata, es muy jodido, pero es un privilegio que estando como estés tengas esos ratos en los que das alegría y estás concentrada en vivir ese rato con las personas que tienes delante.
¿Qué significado tiene tu libro El CaNino De Santiago para ti?
— Es mi proyecto más personal. Es otro homenaje a Nala, que siempre será mi alter ego de cuatro patas. Lo entienda quien lo entienda. Tuve la suerte de tenerla en mi vida y este libro va a corazón abierto, es una puesta en valor del Camino de Santiago y del valor de tu tiempo, pero sobre todo sobre que la vida sin animales es un «no» rotundo.
Está escrito de una manera muy particular. Pensé en que había que contar la historia desde la vista de Nala y se me ocurrió el título del libro mientras hacíamos el camino. Tiene siete capítulos dobles donde hago un paralelismo entre nuestro primer Camino de Santiago y el camino de tu vida con tu perro. Nala cuenta el camino en sí y yo cuento nuestro de vida. En la parte que yo escribo aparecen fotos que tomamos de ese camino, y en la de Nala hay ilustraciones. Todo lo que ocurre en los capítulos de Nala es verdad, aunque haya un poco de ficción, todo está basado en hechos reales.
El Camino de Santiago es una metáfora de la vida, lo hagas desde el punto que lo hagas es igual, empiezas desde ahí y quieres llegar a Santiago, pero a la vez deseas no llegar porque sabes que se acaba. La vida es lo mismo: cuanto más vives, menos tiempo te queda. Es súper curioso y no siempre nos gusta pararnos a pensar en ello. Cuando el 13 de agosto de 2020 Nala me cambia de dimensión, sentí que era el momento de hacer el libro. Ese agosto hicimos lo que nosotros bautizamos el camino «Cuatro por cuatro», fui guardando parte de las cenizas en ciertos árboles y en puntos que habían sido muy especiales en ese primer camino. A día de hoy aún recibo correos de gente que no se atreve a terminar mi libro porque les acaba de pasar lo mismo que me pasó a mí, y yo les digo que encuentren el momento para hacerlo y que se liberen, que es necesario llorar. Hay que llorar sin miedo.
Quien no me conozca, con este libro me conoce, va a corazón abierto. No es una guía del camino, ni una novela, es un libro de emociones.
Sara Escudero con Nala, su alter ego de cuatro patas (Saúl Ortega)
¿Qué es lo que más te ha gustado de trabajar en la radio?
— En la radio llevo desde 2015, además de la mano de Canti (Jaime Cantizano) y somos amigos personales. Esto quiere decir que trabajas en familia y es un regalo de vida. Asimismo, la radio es otra dimensión. Haces lo mismo que en la tele pero con la diferencia de que no te ven y no tienes que estar pendiente de de cosas como la imagen equis para la iluminación, pantalla, etc…. Es un medio increíble porque con poco haces mucho. Una frase que define muy bien lo que siento por la radio y que un fan le dijo a Canti es: «Yo en la tele te escuchaba, en la radio te veo». Que la gente te vea en la radio significa que todo va bien.
¿Te gustaría tener un programa propio en Onda Cero de humor?
— Me encantaría, y siempre me lo imagino. Me encantaría tener mi programa de humor en la radio y en la tele también. El humor en Por Fin No Es Lunes está siempre presente, aunque también haya contenido más serio. Creo que todos los temas se pueden tratar con humor, siempre siendo consciente. Muchas veces la gente confunde el buen humor con la falta de respeto.
Al ser la tele un mundo muy guionizado, ¿cuánto aportas de tu propia esencia al programa?
— En el programa de Enred@d@s hay un equipo de guion, pero pedíamos ver antes los vídeos que se iban a enseñar y, si podía, modificaba los chistes. Yo siempre he puesto mi 50 % en el programa, he jugado todo lo que he podido. Es un programa que su función es entretenerte.
¿Qué opinas sobre la figura de la mujer en el mundo de la comedia? Ya que suele estar presente el típico comentario de «las mujeres no son graciosas».
— Poco a poco nos van dejando hablar, pero todavía en el inconsciente colectivo el humor es terreno masculino y al final es una retroalimentación: dan más bola a los chicos y, por tanto, serán los que vendan más y estarán en mejor posición. A pesar de ello, creo que poco a poco vamos demostrando que el humor es actitud, la comedia no entiende de género. Además, el humor es algo que es absolutamente subjetivo, es mucho más fácil hacer llorar que hacer reír. El sentido del humor está más relacionado con la cultura, con la situación emocional y con el contexto personal y social. Pero volviendo a vuestra pregunta: el día que a una chica no se le exija vestirse de una manera distinta para hacer humor en la tele, esa pregunta ya no tendrá lugar, habremos cambiado ese inconsciente, aunque el machismo está en todas las profesiones, no es exclusivo de mi terreno.
¿Qué te espera en el futuro laboral?
— Sigo con mis eventos de empresa y con los bolos (monólogos) por teatros por todo el país prácticamente todas las semanas… Con Por Fin No Es Lunes los domingos a las 11h en Onda Cero y, además, arranco temporada los domingos en Madrid en la nueva sala de comedia de los Cines Fuencarral desde octubre. En septiembre grabo un cortometraje que es con Pepe Viyuela, Miguel Ángel Jenner, Juan Díaz… ¡Que me tiene emocionadísima! Es un proyecto precioso que dirige mi amigo Sergio Milán atreviéndose a llevar humor a un terreno tan complicado como es el cáncer. Está basado en una historia real de una chica que estuvo a punto de rendirse y, gracias a no hacerlo, ahora es una súper atleta paralímpica.
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